martes, 21 de octubre de 2014

Gitana que usa el baile para sus conjuros



 

 

Gracias a bailaoras como María Juncal el flamenco se esparce por el mundo.


Tiene fuego en los pies, su cuerpo es el viento rodeando montañas, y en sus manos hay ríos que corren torrentosos o en suave caudal para regar primaveras. Ella es María Juncal, la bailaora que bautiza al flamenco con un nombre nuevo, la artista canaria que domesticó al ritmo para que este brote como huracán o se acune para reposar en el último sonido de una cuerda de guitarra.


Esta española de bello rostro, de ojos y cabello con el color de duna africana, estuvo esta semana en Mérida para conquistar con la pasión que ella pone en ese baile ibérico que de por sí es pasional.


María Palmero Gómez, nombre completo de esta figura del flamenco, se presentó en el Foro Colón dentro del Festival Internacional de la Cultura Maya. Aunque inadecuado para espectáculos de esa dimensión, la artista visitante convirtió ese teatro en un tablao que cumplió con los tres cánones que exigen las presentaciones para llevar el nombre oficial de flamenco: hubo cante, guitarras y danza.

Dos guitarrista. dos cantaores y un violinista, cuyos nombres no supimos por falta de programas de mano, hicieron presentaciones solas y acompañaron a María con música compuesta especialmente para ese espectáculo donde ella se expresó con un lenguaje claro y directo. 
“Así es como yo concibo a este baile”, había dicho días antes, en una rueda de prensa donde se anunció su actuación.

Esta creadora proveniente de una familia de artistas de Islas Canarias ofreció un programa con alegrías, martinetes y seguidillas ejecutadas con un mantón, y soleas en las que lució su cuerpo ataviada con vestido de cola rojo y negro.

En todos los números se vio a la artista entregarse con plenitud. El sudor que cubría su rostro y regaba el escenario con los giros no la distrajo, parecía una bruja gitana en pleno encantamiento de su audiencia, cautivándola con movimientos y ritmos que brotaron como lava del volcán de Tenerife. 

En esas distintas estampas ella hizo improvisaciones motivadas por la atmósfera generada en el recinto. Al final el público aplaudió de pie. En correspondencia realizó nuevas ejecuciones de zapateo y llevó al frente a sus músicos en un cante y palmas que unió a espectadores y artistas. Esto contagió a un guitarrista y un cataor que se lanzaron a bailar para mostrar que ellos también saben ejecutar esa danza.

María Juncal aprendió ese baile desde niña, bajo la guía de su abuela, también artista del tablao. Sus aprendizajes posteriores provinieron de sus estudios en la Escuela de Flamenco de Madrid así como de su entrenamiento con grandes maestros de ese género y sus participaciones en grandes compañías de baile. Ha ganado cinco premios y realizado presentaciones en 15 países. En México ha tenido varias actuaciones e incluso impartido clases magistrales.  

Gracias a figuras como ella el flamenco es patrimonio mundial, es el género español más extendido en el mundo. Incluso los japoneses lo bailan.

Actualmente esta creadora divide su tiempo entre sus presentaciones y su trabajo como profesora en Madrid, donde también ensaya y prepara sus espectáculos, esos conjuros para adormecer las penas y avivar las alegrías en la hoguera de una danza. (Mérida Cultura)