Gracias a bailaoras como María Juncal el flamenco
se esparce por el mundo.
Tiene fuego en los pies, su cuerpo es el
viento rodeando montañas, y en sus manos hay ríos que corren torrentosos o en
suave caudal para regar primaveras. Ella es María Juncal, la bailaora que
bautiza al flamenco con un nombre nuevo, la artista canaria que domesticó al
ritmo para que este brote como huracán o se acune para reposar en el último
sonido de una cuerda de guitarra.
Esta española de bello rostro, de ojos y
cabello con el color de duna africana, estuvo esta semana en Mérida para
conquistar con la pasión que ella pone en ese baile ibérico que de por sí es
pasional.
María Palmero Gómez, nombre completo de esta
figura del flamenco, se presentó en el Foro Colón dentro del Festival
Internacional de la Cultura Maya. Aunque inadecuado para espectáculos de esa
dimensión, la artista visitante convirtió ese teatro en un tablao que cumplió
con los tres cánones que exigen las presentaciones para llevar el nombre oficial de
flamenco: hubo cante, guitarras y danza.
Dos guitarrista. dos cantaores y un violinista, cuyos
nombres no supimos por falta de programas de mano, hicieron presentaciones
solas y acompañaron a María con música compuesta especialmente para ese
espectáculo donde ella se expresó con un lenguaje claro y directo.
“Así es como
yo concibo a este baile”, había dicho días antes, en una rueda de prensa donde
se anunció su actuación.
Esta creadora proveniente de una familia de
artistas de Islas Canarias ofreció un programa con alegrías, martinetes y
seguidillas ejecutadas con un mantón, y soleas en las que lució su cuerpo
ataviada con vestido de cola rojo y negro.
En todos los números se vio a la artista
entregarse con plenitud. El sudor que cubría su rostro y regaba el escenario
con los giros no la distrajo, parecía una bruja gitana en pleno encantamiento
de su audiencia, cautivándola con movimientos y ritmos que brotaron como lava
del volcán de Tenerife.
En esas distintas estampas ella hizo
improvisaciones motivadas por la atmósfera generada en el recinto. Al final el
público aplaudió de pie. En correspondencia realizó nuevas ejecuciones de
zapateo y llevó al frente a sus músicos en un cante y palmas que unió a
espectadores y artistas. Esto contagió a un guitarrista y un cataor que se
lanzaron a bailar para mostrar que ellos también saben ejecutar esa danza.
María Juncal aprendió ese baile desde niña,
bajo la guía de su abuela, también artista del tablao. Sus aprendizajes
posteriores provinieron de sus estudios en la Escuela de Flamenco de Madrid así
como de su entrenamiento con grandes maestros de ese género y sus
participaciones en grandes compañías de baile. Ha ganado cinco premios y
realizado presentaciones en 15 países. En México ha tenido varias actuaciones e incluso impartido clases magistrales.
Gracias a figuras como ella el flamenco es
patrimonio mundial, es el género español más extendido en el mundo. Incluso los
japoneses lo bailan.
Actualmente esta creadora divide su tiempo entre sus presentaciones y su
trabajo como profesora en Madrid, donde también ensaya y prepara sus
espectáculos, esos conjuros para adormecer las penas y avivar las alegrías en
la hoguera de una danza. (Mérida Cultura)
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