Leslie Santos Bonilla nos muestra esa realidad paralela que no percibimos.
Un artista de la fotografía
se diferencia del resto de la población gracias a su impulso irracional que le
hace ver el mundo con mirada diferente. Estos fotógrafos son como un gato en la
oscuridad, pueden distinguir lo que el ojo humano no capta.
En esa categoría está Leslie
Santos Bonilla, una joven fotógrafa que vive del fotoperiodismo pero cuya
pasión es la imagen inusual, el trabajo artístico, el concepto que motiva reflexiones.
Su atención se centra en lo
inusual, lo extraño y lo inédito. También capta los dramas sociales, los pone
en el papel para que no pasen inadvertidos para esta sociedad donde ganan
terreno el individualismo, el egoísmo y la indiferencia.
En este caso su cámara
es un colador sumergido en el lodo social para separar y exhibir la pobreza y
la injusticia.
Esto lo vemos en sus gráficas
de indígenas, invidentes, obreros, comerciantes informales y todos aquellos que
forman ese lumpen. En estos casos el mensaje visual es la rabia o la
indignación.
A veces esta creadora se pone romántica y
entonces nos comparte imágenes donde vemos el arribo de una noche quinceañera o del alba
besando al horizonte.
Los arrebatos que ocurren al
obturador de su cámara se presentan cuando ella realiza su trabajo cotidiano de
fotoperiodista. Durante ese ajetreo su mirada instintiva descubre esa segunda
realidad que no vemos el común de los mortales, y la captura para siempre en los
bytes de su cámara.
Esto lo podemos ver en su
blog (“La hija de un Santos”) y en una exposición colectiva que en estos días
se muestra en la sala de la Secretaría de la Cultura y las Artes. En este lugar ella
muestra 12 fotografías en color y en blanco y negro. Diez
de ellas corresponden al sueño de la clase marginada. Son personas dormidas en
lechos improvisados en la calle, el parque, el mercado, el puesto de trabajo…Las otras dos son
denuncias sobre los defraudados por Crecicuentas.
Leslie es de baja estatura,
sonriente, de carácter afable y de abundante cabello rizado que casi siempre
lleva atado o cubierto con una gorra. Usa anteojos, le gusta mascar chicle,
viste con pantalón de mezclilla y botas de trabajo. Rechaza el maquillaje,
prefiere mostrarse al natural, como sus fotografías.
Lleva colgados al cuerpo
sus cámaras, mochila y otros implementos de trabajo. Su apariencia es la de un cazador
rastreando a su presa.
Ella aprendió las cosas
básicas de fotografía de un tío suyo que también laboró en el medio
periodístico. La mayor parte de su avance y logros profesionales son mérito
propio. Actualmente labora en un periódico local.
Quienes conocen el trabajo
artístico de Leslie están siempre atentos al pensamiento gráfico de esta mujer.
Quieren que ella los siga sorprendiendo y los haga reír, reflexionar,
angustiarse… o suspirar. (Mérida Cultura)
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