martes, 5 de agosto de 2014

Aventura de una sinfonía culinaria



 

 

Una joven emprende singular proyecto gastronómico.


La cocina es un arte culinario mundial, su sentido cultural es indiscutible. Las viandas de la mesa diaria reflejan la concepción que tenemos de la vida. Las ollas y sartenes albergan más que guisos, en ellas se aderezan las tradiciones y la filosofía popular.


Cocinar es pintar con los colores de los frutas, verduras y otros ingredientes que danzan en las hábiles manos del chef. Un platillo servido resulta una escultura en miniatura. Y los sabores son al paladar lo mismo que la música a los oídos. 

Cultura y arte son ingredientes del trabajo culinario. La tarea gastronómica es arte y cultura.

Con esas premisas hace casi un año abrió en esta ciudad Casa Vieja, un proyecto juvenil de "cocina-museo" que dirige Natalia Cano Rojas, joven yucateca que se graduó en la ciudad de México en la licenciatura en gastronomía.


Renuente a poner un restaurante más que se agregue al mar de propuestas que hay en ese campo, ella se arriesgó en un proyecto distinto. Rentó una casona en San Cristóbal y lo convirtió en una especie de pinacoteca culinaria donde promueve todos los aspectos culturales en torno a la cocina yucateca.


En ese sitio ella dispone de un acervo bibliográfico, realiza investigación gastronómica, organiza catas, da clases de cocina, ofrece recorridos turísticos por los mercados, renta la cocina para quien desee trabajar en ella y ofrece cenas privadas.


En ese último caso Natalia es capaz de sorprender con pequeños bocadillos equivalentes a ligeras pero sabrosas piezas de un conjunto musical de cámara, o bien armar platillos de varios tiempos, similares al programa de una orquesta sinfónica. En una visita que hicimos al lugar disfrutamos bocados a base de  amaranto, requesón, acelgas y espinaca abrigados en panecillos calientes, así como frutas escondidas en fina tortilla de harina y otras delicias más.  


El decorado de Casa Vieja está elaborado con artesanías y piezas relacionadas con lo culinario (mascarones, juguetes tradicionales, ollas, frascos, jarras, cestos, jícaras  y fotos de guisos y dulces yucatecos). Los muebles son de distintos tipos y materiales. Todo ello reflejan la improvisación y esfuerzo por sacar adelante un proyecto sin ayuda ajena.
El lugar está a unas cuadras del templo de San Cristóbal, en la calle 69 entre 44 y 46. 

Natalia luce como una joven emprendedora y creadora. Se nos asemeja como una artista trabajando en un proyecto que finalmente culminará en una obra que captará los sentidos y atención del público, tal como ocurre con un buen platillo puesto ante nuestros ojos. (Mérida Cultura).   

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